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El melasma es una hiperpigmentación cutánea común y difícil de tratar debido a que suele responder mal a las terapias, afectando negativamente la calidad de vida de los pacientes. Se trata de una interacción compleja entre melanocitos epidérmicos, queratinocitos, fibroblastos dérmicos, células de Mast y células endoteliales vasculares. Los factores que influyen en el comienzo del melasma incluyen la inflamación, especies reactivas de oxígeno, radiación ultravioleta, factores genéticos y hormonales (Sarkar et al., 2020). Considerado como una enfermedad cutánea adquirida, el melasma se caracteriza por parches simétricos de hiperpigmentación en áreas expuestas al sol, como las mejillas y las mejillas, la frente, el mentón, la nariz y los labios superiores. Las características histológicas lo diferencian en hiperpigmentación epidérmica, dérmica, elastosis solar, aumento de la vascularización y mastocitosis (Know et al., 2016).

Niacinamida ofrece protección uv

Desde la perspectiva de la patogenia del melasma, se sabe que la exposición a la radiación ultravioleta (UV) causa hiperactividad de los melanocitos en la piel, lo que lleva a un aumento de la producción de orgánulos llamados melanosomas. La síntesis de melanina sigue un orden enzimático, que se sintetiza a partir de la conversión enzimática de la tirosina en el pigmento melanina, responsable de determinar el fototipo de la piel y la fotoprotección contra la radiación UV (Vashi & Kundu, 2013; Passeron & Picardo, 2018; Yuan & Jin, 2018).

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El pigmento de melanina se distribuye en los melanocitos y luego se transfiere a los queratinocitos adyacentes. Además de los queratinocitos, los fibroblastos e incluso las células inmunes también interactúan con los melanocitos a través de secreciones paracrínicas en respuesta a la exposición a la luz solar y la inflamación (Yuan & Jin, 2018). Los fibroblastos también participan como agentes moduladores de la señalización para el melasma, estimulando la melanogénesis y la transferencia de melanosomas (Kang et al., 2011; Kim et al., 2013). Además, los fibroblastos de piel fotoenvejecida producen más factores de crecimiento promelanogénicos como, por ejemplo, el factor de crecimiento de queratinocitos (KGF), el factor de crecimiento hepático y el factor de crecimiento de células madre (SCF) (Briganti et al., 2013). Uno de los tratamientos más prometedores para el melasma es la niacinamida, una forma de vitamina B3. La niacinamida ha demostrado tener efectos antiinflamatorios y antioxidantes en la piel, lo que la hace ideal para tratar el melasma, ya que se ha relacionado con la inflamación y el estrés oxidativo en la etiología de esta afección.

En varios ensayos clínicos para evaluar su eficacia en el tratamiento del melasma. En un estudio publicado en el Journal of Dermatological Science en 2014, los pacientes con melasma recibieron una crema tópica de 4% de niacinamida durante 12 semanas. Los resultados mostraron una significativa reducción en la hiperpigmentación en comparación con el grupo placebo. Otro estudio publicado en el Journal of Cosmetic Dermatology en 2015 también encontró que la niacinamida tópica mejoró significativamente la hiperpigmentación en pacientes con melasma.

También ha mostrado tener efectos beneficiosos en la reducción de la inflamación y el estrés oxidativo en la piel. Un estudio publicado en el Journal of Clinical and Aesthetic Dermatology en 2015 encontró que la niacinamida tópica redujo significativamente la inflamación en pacientes con melasma. Otro estudio publicado en el Journal of Cosmetic Dermatology en 2016 encontró que la niacinamida tópica aumentó significativamente la producción de antioxidantes en la piel y redujo el estrés oxidativo.

La niacinamida ha demostrado ser un tratamiento eficaz para el melasma debido a sus propiedades antiinflamatorias y antioxidantes. Los estudios clínicos han demostrado su eficacia en la reducción de la hiperpigmentación en pacientes con melasma, y también ha demostrado tener efectos beneficiosos en la reducción de la inflamación y el estrés oxidativo en la piel. Es importante tener en cuenta que el tratamiento del melasma debe ser individualizado y a menudo requiere un enfoque combinado que incluya protección solar y otros tratamientos tópicos y/o sistémicos. Es recomendable consultar a un médico o a un especialista en dermatología para determinar el mejor plan de tratamiento para cada caso individual.

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